Cubículo Cultural “Acercándose el fin, sin remordimientos”.

«De ahí que la crítica esté en su perfecto derecho, cuando obliga al Estado [cristiano prusiano] que invoca la Biblia, a reconocer lo torcido de su conciencia [...] desde el momento en que la vileza de sus fines culturales, cuando trata de encubrirlos con [el manto de] la religión, se hallan en flagrante contradicción con la pureza de su conciencia religiosa». —Karl Marx | Sobre la cuestión judía.

Fragmento de Euménides, tercera parte de la trilogía de Orestes de Esquilo.

«Entre Dios y los varones justos hay una cierta amistad unida mediante la virtud. Y cuando dije amistad, debiera decir una estrecha familiaridad y una cierta semejanza; porque el hombre bueno se diferencia de Dios en el tiempo, siendo discípulo e imitador suyo». —Séneca | De la Providencia, parte primera.

«Entre Dios y los varones justos hay una cierta amistad unida mediante la virtud. Y cuando dije amistad, debiera decir una estrecha familiaridad y una cierta semejanza; porque el hombre bueno se diferencia de Dios en el tiempo, siendo discípulo e imitador suyo». —Séneca | De la Providencia, (I).

«Había conocido a muchas mujeres que habían tomado los hábitos que se habían retirado del mundo. Tales mujeres la hacían reír. Cualquiera sea la razón alegada por una mujer para abandonar el mundo, le es casi imposible desprenderse de sus posesiones. Sólo los hombres son verdaderamente capaces de abandonar cuanto poseen». —Yukio Mishima | El sacerdote y su amor.

«Había conocido a muchas mujeres que habían tomado los hábitos que se habían retirado del mundo. Tales mujeres la hacían reír. Cualquiera sea la razón alegada por una mujer para abandonar el mundo, le es casi imposible desprenderse de sus posesiones. Sólo los hombres son verdaderamente capaces de abandonar cuanto poseen». —Yukio Mishima | El sacerdote y su amor.

«Abriré la morada de mi alma y os mostraré su estado; ved con vuestros propios ojos si está manchada o limpia». —Bushido.

«[Platón] Poeta, antes de volverse filósofo a causa de Sócrates, y escritor, a causa de la enseñanza de esa materia que la escuela de Atenas venía de adoptar, abandonó el mundo de la oralidad para, a partir de sus recuerdos, fijar en la escritura la palabra de su maestro y de sus condiscípulos. Aunque, convertido en filósofo y autor, puso por encima de las «palabras aladas» de los poetas la superioridad del pensamiento y la reflexión del mundo escrito —su pleito con Homero y los poetas aparece a lo largo de su obra—, no dejó de ser un poeta —sus Diálogos están llenos de mitos y fábulas que expresan la profundidad de su pensamiento y el de su maestro. Por lo mismo tampoco dejó de ver en la escritura un pharmakon, es decir, una droga, al mismo tiempo remedio y veneno. Quizá por ello inventó el diálogo, que imita la fuerza del habla, en la que Sócrates se expresó: un hilar el discurso a través de la mayéutica, el arte de las parteras, el arte de dar a luz, de sacar lo que estaba en la oscuridad a la existencia [...]. —Javier Sicilia | La desencarnación de la palabra.