CIENCIA Y FE
“Qué cosa es ciencia. De cien incrédulos que presuman de sabios, apenas se encontrarán dos, estoy seguro de ello, que sepan con toda propiedad lo que es la CIENCIA. ¡Cosa curiosa! Nosotros los cristianos, espíritus atrasados, oscurantistas, somos quienes debemos dar lección a esos pretendidos maestros (…) cuando se desea saber lo que es el arte militar, se recurre a los militares; cuando se desea adquirir nociones más precisas sobre una especialidad cualquiera, hay que dirigirse a los hombres especiales; mas aquí no sucede esto: los hombres especiales en lo que se llama las ciencias modernas, no pueden decirnos lo que es la ciencia. Sus definiciones están en completa divergencia, como los cohetes de un árbol de fuegos artificiales: los cohetes salen del árbol por todos lados, nos ilusionan con su ruido y su resplandor; pero en resumen todo es puro artificio, su resplandor es efímero y lejos de disipar las tinieblas, las hacen aparecer más densas (...)
La ciencia, dice Santo Tomás, es el conocimiento de las cosas por sus causas: no es simplemente el conocimiento de las cosas, es el conocimiento de las causas de las cosas (…) Así (…) la medicina no es únicamente una larga serie de experimentos, de hechos probados, ni la simple noción de los remedios que curan mejor tal ó cual enfermedad; es además el conocimiento muy difícil y misterioso de la salud y de las enfermedades, de la causa íntima de las enfermedades. El médico que no raye a esa altura, será quizá un empírico hábil y muy útil, pero no será jamás un sabio.
(…) la historia no es el simple conocimiento de los hechos, ni la exposición cronológica de todo lo que ha pasado en la tierra (…) es además la averiguación de las causas secretas de todos los sucesos, de todas las luchas, que alternativamente han hecho triunfar al bien sobre el mal, al mal sobre el bien. El conocimiento de estas causas (o por mejor decir, de esta causa, porque no hay más que una: la lucha de Satanás y del mundo contra el Cristo y su Iglesia) constituye la ciencia de la historia, del historiador, del sabio, del filósofo.
Lo mismo podríamos decir de todas las demás ciencias: la física, la geología, etc. Aquellos conocimientos que no exigen más que memoria, análisis, paciencia, observación, no son ciencias. Los hombres especiales que de ellos se ocupan, cualquiera que sea su saber, no son más que personas instruidas, falta a sus estudios el carácter esencial de la ciencia, es decir, el conocimiento filosófico de las causas de todos los fenómenos que ellos atestiguan.
Esta sola observación quita (…) el bonete de sabio a una porción de hombres más o menos instruidos, que se creen (…) el lustre de nuestra época. Así la cirugía no es ni puede ser una ciencia; es un arte: lo mismo decimos de la química (…) de las matemáticas en toda la extensión de la palabra, las cuales no ofrecen ni pueden ofrecer la condición fundamental de la ciencia: el conocimiento de las cosas por sus causas. Los matemáticos, con una paciencia y un arte a menudo dignos de admiración, demuestran las relaciones de los números y de las figuras (…) calculan, combinan, etc.; pero a pesar de la fuerza y de la abstracción de sus razonamientos, no llegan jamás a descubrir las causas de lo que estudian; y esto por una razón muy sencilla: lo que estudian no reconoce ninguna causa. Reflexiónese seriamente sobre ello, y se verá cuán vana y orgullosa es la pretensión de esa falange de hombres instruidos de nuestra época, a los que las abstracciones matemáticas han extraviado el juicio y hecho perder la fe. La falsa ciencia hincha y ciega (…) la verdadera ensalza e ilumina. No basta tener cierto barniz de sabiduría: para ser sabio es preciso ser hombre de ciencia y no solamente hombre de saber."
“La fe ante la ciencia moderna” - Mons Louis Gastón Adrien de Segur
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