075.- LA DEIDAD DE CRISTO
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SEGUNDA PARTE: LA AUTORIDAD DIVINA DE CRISTO
CAPÍTULO 5: LA AUTORIDAD DE CRISTO SOBRE EL DIA DE REPOSO
REGULACIONES HUMANAS PARA EL DÍA DE REPOSO
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A los enfermos solo se les podía dar tratamiento para mantenerlos vivos. Todo tratamiento médico que les mejorara su condición se consideraba trabajo y, por tanto, estaba prohibido. Ni siquiera se permitía a las mujeres mirarse en un espejo, ya que podrían ser tentadas a quitarse alguna cana que vieran. Tampoco se les permitía usar joyas, pues estas pesaban más que un higo seco.
Otras actividades que estaba prohibido realizar en el día de reposo incluían lavar ropa, teñir lana, esquilar ovejas, hilar lana, hacer o deshacer nudos, sembrar semillas, arar un campo, recoger una cosecha, atar gavillas, trillar, moler, amasar, cazar un venado, o preparar su carne. Una de las restricciones más interesantes se relacionaba con la distancia que las personas podían recorrer el día de reposo. No se permitía ir más allá de 900 metros de casa (o dar más de 1.999 pasos). Debido a inquietudes prácticas, los rabinos idearon formas creativas para desplazarse. Si ponían alimentos en el punto de los 900 metros antes de que comenzara el día de reposo, ese punto se consideraba una extensión de la casa, por tanto permitía recorrer otros 900 metros. O si se ponía una cuerda o se colocaba un pedazo de madera a través de una calle o un callejón estrecho, se consideraba una puerta, lo que la hacía parte de la casa y permitía que los 900 metros comenzaran allí. Incluso, en tiempos modernos, los vecindarios judíos agrupan viviendas usando cuerdas (que se conocen como un “eruv”). Al hacer eso, desde la perspectiva de la ley rabínica se crea un solo hogar de cada edificio conectado, y esto permite a las personas moverse libremente dentro del área definida sin estar limitadas a la restricción de 900 metros, así como llevar ciertos artículos del hogar como llaves, medicinas, cochecitos, bastones, y hasta bebés.
Las tradiciones humanas perpetuadas por los fariseos y escribas ponían claramente un peso abrumador sobre el pueblo (cp. Mt. 15:3; 23:4; Lc. 11:46; Hch. 15:10). Por el contrario, Jesús recibió a sus oyentes con palabras liberadoras de verdadero alivio: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mt. 11:28-30). El Señor no estaba hablando de aliviar el trabajo físico. Más bien, estaba ofreciendo libertad para los que se encontraban bajo la carga de un legalismo opresivo en cuanto al día de reposo, del cual no podían obtener alivio ni este podía darles salvación.
(Continuará...)
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