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Mis manos seguían explorando tu cuerpo con avidez, acariciando cada rincón con una delicadeza que contrastaba con la urgencia de mi deseo. Cada roce era como una descarga eléctrica que recorría mi cuerpo, provocando un estremecimiento de placer que amenazaba con hacerme perder el control. -"Más", gemí entre susurros, mis labios buscando los tuyos con desesperación mientras te imploraba con la mirada que me llevaras más allá del límite del placer. "No puedo resistirme a ti", añadí con voz entrecortada, mis palabras mezclándose con los gemidos de placer que llenaban el aire. Tu respuesta fue un gruñido gutural, un sonido que resonó en el pequeño espacio de la ducha y envió un escalofrío de excitación por mi columna vertebral. Sentí tu deseo arder en cada embestida, cada movimiento de tus caderas empujándome más cerca del abismo del placer. Y entonces, cuando pensé que ya no podía soportar más, el éxtasis nos envolvió como una ola, arrastrándonos hacia el clímax con una intensidad abrumadora. Mis gemidos se mezclaron con los tuyos, creando una sinfonía de placer que llenaba el pequeño espacio de la ducha y resonaba en nuestros cuerpos entrelazados. En ese momento, éramos uno solo, dos almas fundidas en el fuego del deseo, completamente absorbidos por la magnitud de nuestra pasión. El mundo desapareció a nuestro alrededor, dejándonos flotando en un mar de sensaciones que solo nosotros podíamos entender.

La luz tenue del baño creaba una atmósfera íntima y acogedora, mientras el vapor se elevaba en espirales delicadas, envolviendo la habitación en una neblina seductora. El suelo de la ducha estaba cubierto por una alfombra de pequeñas gotas de agua que reflejaban la luz tenue, creando un espectáculo de destellos que bailaban al ritmo del chorro caliente que caía del cabezal. Mis ojos se encontraron con los tuyos a través del velo de vapor, y en ese momento supe que nada ni nadie podría detener lo que estaba por suceder. El calor del agua se mezclaba con el calor de nuestros cuerpos, creando una sinfonía de sensaciones que nos envolvía mientras nos acercábamos el uno al otro con una urgencia que no podíamos contener. Nuestros labios se encontraron en un beso cargado de pasión y deseo, y en ese momento supe que ya no había vuelta atrás. Las manos temblorosas exploraban con ansias, sintiendo el pulso acelerado de nuestros corazones mientras nos entregábamos al calor de la ducha y el calor de nuestra pasión. -"Te deseo tanto", susurré entre jadeos, mis labios buscando los tuyos con urgencia mientras mis manos se aventuraban más abajo, ansiosas por explorar cada centímetro de tu piel. -"Y yo a ti", respondiste con voz ronca, tus manos ávidas recorriendo mi espalda con una determinación que me hacía temblar de excitación. "No puedo resistirme a ti", añadiste con un susurro lascivo, tus palabras enviando un escalofrío de placer por mi columna vertebral. El agua caía sobre nosotros como una lluvia de sensaciones, intensificando cada contacto, cada caricia, hasta que apenas podíamos contener la pasión que ardía dentro de nosotros. Cada roce era como una promesa de placer, un preludio de lo que estaba por venir. Mis manos ansiosas se aventuraron más abajo, sintiendo el pulso acelerado de mi propio deseo mientras se deslizaban por la curva de tu cintura. Cada centímetro de piel que exploraban parecía encender una chispa de pasión que se propagaba por todo mi cuerpo, intensificando cada caricia, cada roce. Cuando finalmente encontraron la firmeza de tu erección, un gemido gutural escapó de mis labios, ahogado por el sonido del agua que caía a nuestro alrededor. Sentí el pulso rítmico de tu excitación bajo mis dedos, provocando un torbellino de sensaciones que amenazaba con arrastrarme hacia el abismo del placer. Te miré con deseo, con lujuria en los ojos, mientras mis dedos jugaban con tu excitación, acariciándote con una delicadeza que contrastaba con la ferocidad de mi propio deseo. Cada gemido que escapaba de tus labios se mezclaba con el sonido del agua, creando una sinfonía de placer que llenaba el pequeño espacio de la ducha y amenazaba con consumirnos por completo. En ese momento, éramos dos almas fundidas en el fuego del deseo, completamente absorbidos por la magnitud de la pasión que nos envolvía. Cada caricia, cada roce, era como una promesa de éxtasis, un recordatorio de la conexión intensa que compartíamos y que nos llevaba más y más cerca del clímax que sabíamos que estaba por venir. -"Sí", susurraste con voz entrecortada, tus manos aferrándose a mi cintura con fuerza mientras me atraías hacia ti con un deseo irresistible. "Así es como te deseo", añadiste con un gruñido de placer, tus palabras enviando un escalofrío de anticipación por mi cuerpo. Nuestros cuerpos se movían en perfecta armonía, cada embestida más intensa que la anterior, llevándonos más y más cerca del abismo del placer. Cada gemido, cada susurro, era como una invitación al éxtasis, una promesa de satisfacción que nos impulsaba más y más cerca del clímax. El agua seguía cayendo sobre nosotros, creando un ambiente de intimidad y complicidad que parecía envolvernos en un capullo de pasión. Cada gota que resbalaba por nuestra piel parecía avivar el fuego que ardía entre nosotros, intensificando aún más nuestras sensaciones.