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MICRORELATOS El Baile de las Identidades Fecha: 04-Nov-23 Tiempo estimado de lectura: [ 2 min. ] En realidad, llevo una doble vida, una identidad secreta que me permite explorar mis deseos más oscuros sin miedo al juicio. La sensación de ser otra persona libera pasiones ocultas y me permite ser yo misma sin restricciones. Cuando cierro la puerta de mi oficina, comienza la verdadera magia. Mi nombre no importa, y soy una mujer de mediana edad, una aparente profesional con una vida rutinaria que muchos envidiarían. Pero en realidad, llevo una doble vida, una identidad secreta que me permite explorar mis deseos más oscuros sin miedo al juicio. La sensación de ser otra persona libera pasiones ocultas y me permite ser yo misma sin restricciones. Mis días transcurren entre reuniones de trabajo, informes y trajes formales que esconden mi verdadera esencia. Pero en las noches, cuando cae la oscuridad y la ciudad se convierte en un lugar misterioso, me transformo. Me convierto en la mujer que anhela la libertad de explorar sus fantasías más íntimas. En mi vida diurna, soy tímida, pero de noche, esa timidez se desvanece y se convierte en audacia. Mi cuerpo, aparentemente común durante el día, se convierte en el lienzo de mis deseos. Cierro mis ojos y me veo a mí misma en mi habitación secreta, una sala oscura iluminada solo por la tenue luz de las velas. Mi reflejo en el espejo me devuelve la mirada, y es como si estuviera viendo a una desconocida, a una mujer que anhela ser dominada por sus propios deseos. Me quito lentamente la ropa, sintiendo cómo la seda y el encaje se deslizan por mi piel. Mi cuerpo comienza a temblar de anticipación. Sé que esta noche será especial, como todas las noches en las que abrazo mi doble identidad. Me acerco al tocador y cojo el látigo de cuero, sintiendo su frío roce en mi piel antes de usarlo con maestría. Mis manos, que son firmes durante el día, ahora son suaves y acarician cada centímetro de mi piel, explorando mis deseos ocultos. En esta habitación, no hay restricciones ni juicios, solo placer y pasión. Cada suspiro se convierte en una sinfonía de deseo, y mi corazón late al ritmo de mi propia melodía sensual. Esa mujer profesional, se convierte en una amante apasionada y audaz. Y en ese momento, me doy cuenta de que esta doble vida es lo que me permite ser completamente yo misma. Mi identidad secreta es mi liberación, mi refugio de deseos reprimidos. Mis fantasías toman forma en la penumbra, donde la realidad se funde con la imaginación. En esta habitación, soy libre de explorar lo que mi mente ha anhelado durante tanto tiempo. Cada susurro, cada caricia, cada gemido, es una expresión de mi ser más auténtico, una revelación de mis deseos más íntimos. A medida que la noche avanza, la intensidad de las sensaciones crece. Cierro los ojos y me dejo llevar por el éxtasis del momento. Siento cada roce, cada contacto como si fuera una caricia del universo mismo. En este espacio de libertad, soy dueña de mi cuerpo y de mis deseos, sin restricciones ni inhibiciones. Cuando finalmente la luna brilla en su plenitud en el cielo, sé que es hora de regresar a mi vida diurna. Me visto con cuidado, sintiendo el suave roce de la tela contra mi piel aún cálida. Miro una última vez al espejo, a la mujer que me devuelve la mirada con una mezcla de satisfacción y anhelo. Este ritual, esta doble vida, es mi secreto mejor guardado. Es la llave que me permite ser plenamente yo misma, sin restricciones ni juicios. Cierro la puerta de la habitación secreta y vuelvo a ser la mujer aparentemente común, la mujer que guarda en su interior un mundo de deseos ocultos. El reloj marca las horas, y mientras la ciudad duerme, yo vuelvo a mi vida cotidiana. Cierro los ojos y respiro profundamente, sabiendo que mi doble identidad está ahí, esperando para liberar mis deseos una vez más en la próxima noche. © Lynda
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MICRORELATOS La camarera del Titanic Fecha: 22-Abr-24 Tiempo estimado de lectura: [ 4 min. ] Metí y saqué mi verga, cada vez con más prisa, cada vez con más intensidad y ansiedad, llegando más al fondo de aquel encharcado coño, acompañando mis vergazos con las fuertes palmadas que mis manos sacudieron en sus nalgas, hasta hacerlas enrojecer y arder. No podía pasar por alto las sensaciones encontradas en las que estaba sumido: por un lado, el placer que suponía hundir mi verga en aquel coño salvaje. Aquel coño joven y violento, mojado en mil ganas, caliente como una hoguera chispeante; un coño que succionaba mi verga, que la hacía suya, que suplicaba por mis embestidas, por más rabo ardiente llenando su estrecha vagina, estirando la piel de sus paredes hasta hacerla enloquecer de placer. Pero, por otro lado, era imposible que pasara desapercibido para mí, el hedor que despedía aquel sucio baño, con los pies pisando el charco de orines que se dibujaba en el suelo, regalo que los usuarios de todo aquel largo día, habían ido dejando a su paso por el bar "Titanic". La chica parecía ajena a aquel hedor. Ella sólo doblaba su cintura, más y más, ofreciéndome clara y diáfana la entrada a su coño. Su dulce, cálido y húmedo coño, mientras que adaptó sus movimientos a los míos, a mis embestidas. Mi nariz se fue acostumbrando poco a poco al hedor, y mi cuerpo comenzó a bombear con más fuerza e insistencia en las entrañas de la chica. Una y otra vez, mi verga llenaba aquel coño, llegando hasta lo más hondo de aquel cuerpo, tan joven y caliente, como ansioso por sentir las embestidas de un hombre maduro y curtido en mil batallas. Mis manos dejaron de sujetar el cuerpo de la chica a través de sus caderas, para azotarlas. El primer azote fue de tanteo, su reacción fue la de ahogar un grito de dolor, que convirtió, con el segundo azote, en un gemido de placer. Esa fue la señal inequívoca de lo que le gustaba a aquella camarera, sin tiempo libre y con la lívido a tope: quería sexo sin complejos, sin compromisos. Sexo que la hiciera olvidar otro día de mierda, rodeada de clientes de mierda, por un sueldo de mierda. Sexo y sólo sexo, sin palabras para envolver el regalo que todos tienen en la mente cuando las pronuncian. Aquella joven tenía muy clara una cosa: quería que la follasen, que de su coño chorreasen sus fluidos, como del más prolífico manantial, y que de su garganta sólo brotaran bramidos de placer. Y lo estaba consiguiendo. Con dos miradas previas, cuando yo estaba en la barra de aquel sucio bar, apurando mi última cerveza del día, logró su propósito: atraerme hasta el interior del baño dónde, sin mediar palabra, se apoyó sobre la tapa del inodoro, se bajó los pantalones y las bragas, y me ofreció su coño y, quien sabe, si también su culito. No quise probar en él. Nunca he follado un culo sin que su dueña me lo haya pedido previamente. Pero el coño sí. El coño es la entrada natural, la espita del placer, el resorte de la locura. Y ese resorte me lo ofreció. Y yo lo tomé. Encaminé mi polla, dura como el granito desde hacía unos minutos, cuando las miradas de aquella camarera morena me hicieron presagiar un final así, a la entrada caliente y palpitante de la raja de su coño. Y se lo penetré con ganas, con determinación, con la necesidad concentrada en mis embestidas, abriéndome paso entre sus mojados y suaves labios. En apenas 2 ó 3 empellones, mi verga se hundió en su cuerpo, y comencé a follarla. Comencé a meter y sacar mi polla de su coño, a sentir como, al igual que yo, el día también había sido largo tras la barra del bar, y toda la tensión y las ganas acumuladas, necesitaban estallar. Follé y follé, como un animal. Como si en ello me fuera la vida, quizá fuera así, quién sabe. Metí y saqué mi verga, cada vez con más prisa, cada vez con más intensidad y ansiedad, llegando más al fondo de aquel encharcado coño, acompañando mis vergazos con las fuertes palmadas que mis manos sacudieron en sus nalgas, hasta hacerlas enrojecer y arder.
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Alguien trató de pasar, pero ni esa persona pudo hacerlo, ya que me aseguré de cerrar la puerta por dentro, ni nosotros pudimos parar. Nos dio igual si nos oyó o no, nos dio igual lo que pudiera pensar: habíamos pasado con una idea y un objetivo, y no saldríamos de allí sin haberlo conseguido. Seguí follando despiadadamente aquel chocho joven y empapado, mientras que ella se tambaleaba con mis embestidas, y se pellizcaba los pezones. Mis huevos, aún más excitados sospechando que quién trató de entrar ya sabía lo que estaba ocurriendo dentro de aquel cubículo, no tardaron mucho más en estallar. Después de ponerse duros como piedras, se contrajeron con violencia, casi hasta causarme dolor e, inmediatamente después, un generoso chorro con mi más espeso y caliente semen, fue a estrellarse en lo más profundo de la vagina de la camarera. Antes de que pudiera terminar de exprimir mi verga en su interior, la chica también se corrió. Un orgasmo devastador hizo que todo su cuerpo, delgado y juvenil, temblara como una hoja mecida al viento. Por un momento sentí pena y compasión por ella, por la camarera del Titanic. Parecía que se le iban a caer los tatuajes de los brazos, mientras su boca emitía sonidos ininteligibles, sólo comprensibles para quien, unos segundos antes, había experimentado lo mismo. Poco a poco, los dos pudimos dejar de movernos. Nuestros cuerpos se tranquilizaron, hasta que, por fin, salí de su cuerpo. - Te dejo el dinero de las cervezas en la barra –le dije. - Vuelve cuándo quieras –me respondió. © El Escriba
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A la mierda – escuche que dijo Me enderecé un poco y se bajó mi casaca nuevamente, por la música supuse que nadie escucho así que seguí bailando sin agacharme, pero las luces ya nos iluminaban. Sentía que era él quien se apegaba, pero yo me alejaba para que no nos vieran. Nuevamente se puso oscuro por las luces y volvía a quebrarme rozando ahora más mi culo con su entrepierna porque sabía que le estaba gustando como bailaba. Yo estaba muy a gusto con el ambiente y más con ese juego que no me vieran bailar tan provocativamente. No me estaba dando cuenta, pero me estaba calentando, me fue acariciando mis brazos subiéndolos y bajándolos, se me acercaba al cuello y me cantaba, la canción era Me pones en tensión. Todo eso era una sensación que nunca había sentido, por lo que me deje llevar y sentía como metía sus manos por debajo de mi casaca y por debajo de mi polo, sentir sus manos tocando mi piel, me erizo todo el cuerpo. Sentí como con el roce entre los dos hizo que se excitara sintiendo como crecía un bulto en su entrepierna, jugaba conmigo y con la luz sabiendo lo que pasaba. Al igual que yo no quería que nos vieran en una situación comprometida por lo que bajaba y subía las manos desde mi cintura hasta querer meter sus dedos por debajo de mi brasier. Los segundos se hacían horas en ese momento parecía que ese momento seria eterno cuando en eso se abrió la puerta de entrada y junto con la luz exterior entraron más personas. Todos giramos la cabeza para ver, dejando de bailar, cuando cambiaron la música para no hacer algo estúpido decidí acercarme a Ángel para preguntar por los servicios. En eso que estaba respirando y recuperando el aliento notó que se empiezan a reír, Ángel me mira y me hace girar la cabeza hacia el chico con quien había bailado hace un momento y tenía la entrepierna mojada. En tono de burla señalándolo dijeron: Este huevon, se vino solo bailando. Mi reacción inmediata fue tocarme mi buzo en la parte trasera y también estaba mojado de un líquido pegajoso, con eso confirme que se había venido bailando. Ángel me tengo que ir ... le dije saliendo de ahí rápidamente. No se habían dado cuenta que yo también estaba manchada. Ya vez lo que haces le dijeron al chico con quien baile, recriminándolo por lo que había pasado. Lo bueno es que estaba en la misma avenida la discoteca por lo que salí y tomé un carro hacía mi casa. Mientras me cambie noté que mi ropa interior estaba mojada, no me había dado cuenta pero había tenido un orgasmo bailando con el chico en la discoteca. © Lorena
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MICRORELATOS El poder de mis caderas Fecha: 29-Abr-24 Tiempo estimado de lectura: [ 5 min. ] Gracias a los que me esperaron ... Días buenos llegaran ... Si tienen dudas esta el correo. Yo crecí con mucha música variada en casa, desde huaynos hasta rock pero el reggaetón era lo que más se escuchaba por ende mis amistades también. Después de unos problemas que tuve en casa mis compañeros eran mi segunda familia por lo que pasaba mucho tiempo con ellos. Donde más nos reuníamos era en la casa de Ángel, un chico moreno claro que no era malo, pero andaba en malos pasos por sus primos y tíos. En ese entonces no nos dábamos cuenta de ello ya que, al menos yo solo pensaba en despejar la mente por todo lo que me pasaba. Ángel era bromista pero no malo, nos tocó hacer muchos trabajos juntos y poco a poco junto a su mamá se ganó mi confianza, no éramos mejores amigos, pero si había respeto. Era mediodía de un sábado, literalmente estaba con ropa deportiva por así decirlo, creo que tenía un taller en el colegio y terminando pase por la casa de Ángel para saludar y matar el tiempo. Eso de las 4 de la tarde salí del taller y fui a la casa de Ángel que estaba a media cuadra en una de las entradas cerca al colegio, no había timbre por lo que grite su nombre y salió. Le dije que estaba por el colegio y vine para hacer hora, se río y me dijo que llegue a tiempo. Porque pregunté Vamos a la discoteca de acá cerca, Sr botija se llamabame dijo – En esta disco solo ponía reggaetón Sabía que no debía ir, pero me dio mucha curiosidad porque mis primos siempre salían los findes a las discotecas. Le dije, pero mira como estoy. No importa, a esta hora no hay mucha gente, solo unos amigos que me invitaron y ya que has venido, nos acompañamos. Termine aceptando y yendo estaba emocionada y nerviosa a la vez. Afuera era de día, pero adentro estaba todo oscuro salvo por las luces que iluminaban por momentos solamente. Al medió estaban en unos asientos sus amigos y no había nadie más en toda la discoteca. Salude y me quede mirando todo el lugar, ahí estaba un compañero más que menciono Angel pero no le di importancia porque el decidir ir a la discoteca fue una de las cosas que no pensé que iba a hacer por lo mismo que iba con el hecho de pasar desapercibida. Todo se alineo para que pueda estar ahí dentro, me invitaron, no habría mucha gente y sería personas que no conozco y que seguramente no vería en otro momento. Me presentó con todos, ellos estaban tomando, me ofrecieron, pero no acepte, aun me sentía muy nerviosa por estar ahí. Mientras contemplaba todo el lugar como hubiera descubierto alguna cura, Ángel ya estaba perreando con una de sus amigas, me miro y me dijo que bailara con su amigo. Baila con mi amigo, anda. Todos me miraron, podrá sonar tonto ahora, pero esa presión de verme, no podía decir que no, se acercó el chico y me dijo bailemos. Si si claro le dije media nerviosa Yo no sabía perrear para nada, pero se puso detrás de mí con una cierta distancia separados y me guie de los movimientos que hacía la chica con la que estaba Ángel. Poco a poco me fui soltando más ya que los chicos miraban a otro lado y conversaban entre ellos. Por la secuencia de las luces había momentos donde estaba todo oscuro. En mi mente pasó que era una buena oportunidad para intentar o practicar como se baila esto para cuando me viera alguien que conocía no hiciera el ridículo para variar. La chica que estaba cerca mío se movía muy bien y obvio que trate de copiar sus movimientos, no lo iba hacer cuando me podían ver sino cuando estuviera todo oscuro. Cosa que nadie se riera si hacia cualquier cosa jeje. Todo oscuro, me agaché más y quebré mi espalda, en ese movimiento de agacharme se alzó mi casaca ya que el chico tenía sus manos debajo de mis brazos, por lo que se descubrió la forma de mi culo que tanto había querido ocultar con mi casaca, nadie me vio porque estaba oscuro, pero como paso tan rápido era inevitable que en el movimiento de caderas se rozaran mi culo con su entrepierna.
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🇧🇷 | Madonna rindió homenaje a Michael Jackson durante su concierto en Brasil ante más de 2,5 millones de personas.
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